En recuerdo de Alicia y Domitila*
Nelson Paredes
El abogado paraguayo Martín Almada, Premio Nobel Alternativo de la Paz otorgado en Noruega, descubridor de cientos de miles de documentos de los servicios de seguridad de dictaduras de América del Sur, que comprobarían la existencia de una transnacional del terror, la llamada “Operación Cóndor”, enfatizaba, en el marco del Tercer festival de Cine de los Derechos Humanos de Valparaíso en 2010, que el objetivo primero de estas dictaduras fue barrer con todo vestigio de organización popular, destruir el entramado social desarrollado en décadas de luchas. Pero también hacía hincapié en un hecho para él tan relevante como el anterior. Liquidar también todas aquellas instancias de generación de pensamiento crítico, incluidos en esta, la molesta presencia de intelectuales, profesorado que pudiera corromper las mentes de sus estudiantes, profesionales afines a los cambios sociales, y un largo etcétera.
La historia de las dos mujeres a las cuales me refiero en esta crónica, corresponde a este último criterio. Domitila Cuadra- la Tila- y Alicia Román, ambas perseguidas y despedidas de sus cargos en la Universidad de Concepción.
Nacidas en Santiago, Alicia, un 23 de junio de 1936 y, Domitila, un 29 de julio de 1934, fueron destacadas profesionales de la educación, amigas que, por motivos laborales y de contingencia histórica, compartieron gran parte de sus vidas juntas. Domitila, una de las profesoras fundadoras del Liceo Carmela Carvajal de Santiago, trabajó además en la Universidad de Chile en Santiago, Liceo de Niñas número 13 en la capital, Liceo de Talca y en la Universidad de Chile, sede Chillán y Universidad de Concepción, sede Los Ángeles, en esta última donde fue exonerada con fecha 31 de octubre de 1973. Por su parte, Alicia, laboró en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en Santiago, Liceos de Hombres, de Talagante y Talca, Universidad de Chile, sede Chillán y Universidad de Concepción, sede Los Ángeles, desde donde también fue exonerada en la misma fecha que Tila, ambas bajo el mismo pretexto: haber atentado contra la Seguridad Nacional.
A mediados de 1973, la República Popular China realiza una donación de 1 millón de dólares al gobierno chileno para ayudar a enfrentar el boicot del cual era objeto, externa e internamente. Por orden de Salvador Allende, este dinero es distribuido en diferentes universidades del país. Es así como las dos profesoras, de la Universidad de Concepción entonces, fueron encomendadas para viajar a Santiago para adquirir equipamiento para los laboratorios de la sede en la cual trabajaban. Les resulta difícil salir de la ciudad ante las dificultades para movilizarse producto del paro de los buses interurbanos y del gremio de los camioneros, paro acompañado además con cortes de tránsito en las rutas. El viaje se concreta circunstancialmente al ser aceptadas como pasajeras en una avioneta que se dirigía a la capital. Desde el aire, según narraban, Los Ángeles ya era una ciudad sitiada con camiones militares ubicados en lugares estratégicos en todo el perímetro alrededor de ésta. Llegan a Santiago el viernes 7 de septiembre y, cuatro días después, cuando recién hacían las primeras cotizaciones, las sorprende el golpe de Estado. Allí quedan ancladas, sin saber a qué atenerse, finalmente, a comienzos de octubre, deciden volver a Los Ángeles, donde al llegar se dan cuenta que el departamento que habitan ha sido allanado, la puerta la encuentran destrozada y adentro todo es un revoltijo en el que además es notoria la ausencia de algunos objetos del hogar. Deciden coger sus pocas cosas y trasladarse a una residencial de una conocida. Mas, no alcanzan. Fueron detenidas por una patrulla policial y llevadas al Regimiento de la ciudad. Allí las mantienen en carpas ubicadas sobre barro en el patio del regimiento. De esa experiencia, siempre quedó vivo un recuerdo, de una noche en la cual se acerca alguien a la carpa, y ante el grupo de mujeres hacinadas en ella, emerge un soldado, que sigilosamente, les entrega a las prisioneras un recipiente con porotos tibios. Un gesto que les permitió avivar la esperanza. Luego de una semana en esas condiciones, desde el regimiento son trasladadas a la cárcel de mujeres del Buen Pastor. Allí, una treintena de mujeres llega a una sala que, hasta el día anterior, ocupaban presas comunes. Una sala infestada de piojos, que rápidamente se dejaron caer sobre las detenidas producto del hacinamiento. Tila, en su característica humildad, recordaba ese periodo contando dos anécdotas fiel retrato del temple y el carácter positivo de Alicia, una mujer alegre y luchadora con la “talla” a flor de labios. La primera relacionada con la alimentación de los primeros días, instancia en que les llevan un fondo con una sopa de verduras en la cual flotaban decenas de gusanos. Ante el asco y la desazón de sus compañeras, ella se levanta y las arenga, exigiéndoles comer, el no dejarse amilanar, e insistiendo, además, que los gusanos también son proteínas, ¡y que estaban cocidos! Y así lo hicieron. La segunda experiencia que contaba, era referida a los piojos. El origen de estos estaba en las mujeres presas comunes; mujeres humildes a las que se le notaban el daño que les estaban provocando. Entonces Alicia, habla con la religiosa a cargo del recinto y le solicita algunos productos químicos necesarios para erradicarlos. Luego de mucho insistir, se le concede, y ella, personalmente, se entrega a la tarea de tratar una por una a las mujeres, hasta lograr eliminar la plaga. Tila nunca pudo olvidar el agradecimiento de una de esas mujeres hacia Alicia, pues por primera vez en mucho tiempo había podido dormir sin sobresaltos.
Finalmente, luego de ser liberadas un mes después, cesantes, a sabiendas que habían sido exoneradas por el nuevo rector designado de la universidad- Guillermo González, capitán de navío (r)-, se radican en la capital. Para sobrevivir intentan algunos pequeños negocios- emprendimientos le llamaríamos ahora-, que no resultan como ellas deseaban. Paralelamente se integran y cooperan en redes de apoyo de compañeras y compañeros que han llegado a la capital, entre ellos, el “pololo” de Tila, pero finalmente, y ante el hecho de que poco a poco comienzan a detener a integrantes de estas redes, salen al exilio en 1976 a México.
La etapa mexicana en un comienzo fue difícil, sobre todo cuando aún no eran reconocidas como refugiadas. Trabajan en labores de aseo o cuidando niños, luego cuidando casas de familias acomodadas cuando sus moradores se ausentaban. El primer trabajo relacionado con sus especialidades, profesoras en las áreas de la biología y la química, la realizan en la editorial Santillana y, durante un año, con un sueldo que le permite vivir con lo justo, deben elaborar libros para diferentes niveles de estudios de la enseñanza escolar y, aún más, se les pide que creen uno nuevo, que reúna en un solo libro interrelacionadas, las materias de tres áreas; física, biología y química. Obviamente, esas creaciones, por contrato, no estaban sujetas a derechos de autor.
De tanto bregar y enviar currículos, se abre la posibilidad de trabajar en la Universidad Agropecuaria Antonio de Narro, ubicada en Saltillo, en el norte de México, en la cual comienzan a realizar labores de docencia. Además, participan de la creación del Centro de Investigación en Química Aplicada de Saltillo. Allí se destacan por una fecunda tarea investigativa en relación al catastro de cientos de especies vegetales de la zona- del desierto chihuahuense y otras áreas geográficas-, en relación a sus potenciales usos medicinales, químicos, industriales y otros. De entre las decenas de investigaciones realizadas, una de estas, “Chihuahan Desert Flora data Bank”, fue posteriormente publicada por el Departament of Agriculture, Forest Service. USA. Así mismo, como integrantes fundadoras de la revista científica Desierto y Ciencia, del Centro de Investigación en Química Aplicada (CIQA), publican artículos de sus investigaciones y reseñan libros relacionados con un nuevo mundo de la literatura científica.
Luego de doce años en tierras mexicanas y de una vasta labor, finalmente retornan a Chile en 1988, a votar en el plebiscito contra del dictador.
Establecidas acá, ya no hubo trabajo para ellas en universidades, a pesar de sus riquísimas experiencias y excelsos currículos. Se radican en Viña del Mar donde trabajan para una ONG y ponen a disposición sus conocimientos, sobre todo en lo relacionado al uso de plantas medicinales, y asisten a congresos internacionales en Sao Paulo, Brasil, Tila y Alicia en otra ocasión en Tailandia, donde son reconocidas por la calidad de sus ponencias.
Nos conocimos a través de un amigo y por un poco más de veinte años, cultivamos una hermosa amistad. Nuestros lazos se afianzaron en pandemia, tiempo en que, a pesar de las restricciones, pude acompañarlas. Eran mis “viejas queridas”, con las cuales mantuve conversaciones enriquecedoras, difíciles de olvidar.
Alicia partió un miércoles de julio de 2022. En la mañana, mientras su vida se apagaba en el hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar, yo realizaba labores domésticas. Preparaba un guiso en la cocina cuando se me apareció su rostro haciéndome un guiño con uno de sus ojos desde el interior de la olla. Una conexión mental con la historia que conocía de ella en prisión, imagen de la cual surgió un poema. Posteriormente, al atardecer me acerqué al hospital, donde Tila me insistió que entrara a la sala donde yacía para despedirme. Lo hice. Cual sería mi sorpresa al encontrarla en estado de coma, inconsciente, con un ojo abierto y uno cerrado, tal cual el guiño de mediodía. Le hablé en un adiós tranquilo y agradecido. En un último gesto de mi parte le cerré el párpado que mantenía abierto. Una hora después, ya en casa, me avisan que ha fallecido.
Tila fallece en junio de 2023, en su casa, rodeada de amigas y amigos. Mantiene una lucidez y tranquilidad hasta el último segundo, instancia en que se da maña de responder preguntas sobre nombres de plantas y otros recuerdos. A un costado, en su velador, “Muertes y Maravillas”, de Jorge Teillier, poemas que leía hasta un día antes.
Ellas, generosamente, donaron a la Universidad de Valparaíso una valiosa colección de libros de quince tomos, editada por el Instituto Indigenista Mexicano, que les fuera obsequiada cuando retornaron a Chile por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, como un agradecimiento a su fructífera labor. En la ocasión, el rector de entonces, Aldo Valle, homenajeó a ambas profesionales en un simbólico acto de reconocimiento a sus respectivas trayectorias.
Con motivo de cumplirse 50 años del golpe cívico militar que quebrantó la constitución vigente y derrocó al legítimo presidente, Salvador Allende y al gobierno de la Unidad Popular, volvió a mi mente una de las tantas conversaciones con Tila, en la que narró una singular historia, cuando Alicia, al ser designada como Jefa de Carrera de Educación General Básica, al darse cuenta de la precariedad de vida de los habitantes de poblaciones marginales ubicadas en el perímetro de un campo de experimentación agrícola, estimula al alumnado y llevan toda el bagaje de conocimiento acumulado a disposición de esa población para la implementación de huertos familiares. No me cabe duda que tal acción debe haber constituido para las mentes clasistas y retorcidas que tomaron el poder, un atentado a la seguridad nacional.
Sean estas palabras un sencillo homenaje a estas dos grandes mujeres, representantes de una época en que se enseñaba por vocación, generosamente, lo que al parecer, era motivo suficiente para en sus casos, ser consideradas “un peligro para la sociedad”.
Amonites
A Domitila Cuadra
Hay un tiempo para vivir y uno para morir, me dice Tila
mientras llena su tazón con té. Yo, concluye,
estoy en el de morir.
La luz de la tarde se filtra a través del ventanal y
mengua a medida que se alarga la conversación que versa
sobre otros tiempos.
Su tiempo de profesora universitaria en la unidad popular,
el de su prisión política
el de su exilio en México.
¿Tiempos de vivir?
Pero ahora Tila está sumida en el más complejo de sus tiempos
El de la vejez en soledad.
Mi única compañía son los libros y los recuerdos, como estos,
y me enseña su colección de fósiles con una pasión
que hace obvio que este instante es tiempo de vivir.
Entonces coge el fósil de un molusco y me lo entrega como
regalo de cumpleaños. Es un amonites, de la llamada
zona del silencio del norte de México,
una especie de caracol marino de hace millones de años.
Es hermoso, lo observo, esculpido
su cuerpo en piedra, vestigio de un
pasado ignoto que se hace luz ante mis ojos
y que se une a nosotros en este poema
que trata de una conversación en casa de Tila en el
atardecer de su existencia, cuando
confluían todos los tiempos.
Resquicios de la mañana para cantarle a Alicia
Rallar zanahorias, picar una cabeza de ajo, sofreír
la cebolla, algo de orégano, agregar la carne molida
Por otro lado, cortar los italianos, ponerlos
en la olla a cocer, una vez listos, escurrir.
En medio de estos afanes cargar la lavadora y echarla a
andar, ordenar el dormitorio, sacar la basura a la calle antes
que pase el camión recolector.
De vuelta a la cocina el guiso avanza; los zapallos cocidos y el sofrito se aman
a fuego lento; un, dos, tres huevos y todo se revuelve.
Las tareas de la mañana hacen un efecto dominó de
los minutos, pero también dejan resquicios, pues
al apagar el fuego y observar el guiso que humea, emerge desde
el vaho el rostro de Alicia que sonríe y me guiña un ojo.
Alicia, ochenta y seis años, agoniza en el hospital, y es otra olla
la que emerge en mis pensamientos.
Los Ángeles. Cárcel de Mujeres. Octubre de 1973.
Las prisioneras políticas reciben un fondo con un caldo de verduras, en cuya
superficie flotan decenas de gusanos.
Ante la desazón colectiva Alicia arenga a las demás:
Quieren destruirnos. ¡No lo lograrán!
Los gusanos son proteínas, ¡y están cocidos!
Y comió
Y comieron
Dignidad y Resistencia
El pito de la lavadora que anuncia el fin del ciclo me saca
de mi abstracción. Coloco la ropa en un canasto y salgo al patio
El sol de invierno tempera el recuerdo y,
en otro resquicio, las líneas de cuerdas paralelas mutan a
pentagrama, donde cada prenda que cuelgo es una nota musical
notas que me hacen cantar
Cantar para Alicia.
*El 27 de marzo de 2017 las profesoras Alicia Román y Domitila Cuadra,donaron valiosa colección a la Universidad de Valparaiso
Como un generoso gesto fue calificada la donación realizada a la Universidad de Valparaíso por las exprofesoras de la Universidad de Chile Alicia Román y Domitila Cuadra, quienes cuentan con una larga trayectoria en investigación y docencia en las áreas de la química y la biología. Ambas académicas participaron en importantes
estudios, tanto en Chile como en México, país donde permanecieron por cerca de doce años.
La donación consiste en una colección enciclopédica sobre hierbas medicinales de México, que incluye monografías e impresiones gráficas y detallada información sobre sus propiedades, usos y aplicaciones terapéuticas, en conformidad a la sabiduría ancestral y tradición de la cultura mexicana.Cabe destacar que en ese país el 90 por ciento de los habitantes emplea la medicina herbolaria,conocimiento que no ha perdido valor a pesar de la presencia de las grandes corporaciones farmacéuticas.
Domitila Cuadra explicó que la colección era un patrimonio privado que habían reunido tras su participación en proyectos de investigación. No obstante, decidieron entregarlo a la Universidad de Valparaíso porque —siguiendo sus palabras— es una institución que las representa.